Si tu no tuvieras nombre ya
te llamaría con el nombre
de las cosas que te imitan.
Te llamaría como las luces
del amanecer y anochecer
con todos los colores
pintando el cielo.
Te llamaría como los sonidos
de debajo y sobre el mundo,
con todas las voces llamando
a verte vivir.
Te pondría el nombre que se usa
para llamar lo maravilloso, lo indecible,
cuando no se sabe muy bien como.
Si no lo tuvieras ya
te llamaría con el nombre de todas las cosas
que te imitan.
Pero el nombre que ya tienes
se repite en mis días y noches
y, en cambio, llamó con el
a todas las luces y sonidos,
a todo lo maravilloso, lo indecible.
Conocer tu nombre
hace inservible la mitad del diccionario.