Canción de otoño entre los árboles
llenando el campo de su rumor.
No le importa al ruiseñor que las hojas canten
cuando caen presas de un soplo del norte.
El sol inventa nuevos colores reflejándose en tu pelo.
Yo me pregunto, y sueño,
si aun estaremos juntos en invierno.
(Pablo Hernández M.)
Para Sofía, como todo.
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Detrás de mi antifaz me vuelvo pálido,
no me debo a nadie ni a nada sino a mí.
Mis sueños nunca se apagan, están abiertos,
de ellos puedo hacer mi salvación
y regresar cada vez que el frío me consume.
No me pregunto ¿cómo?
¡Que claro es todo cuando estoy allí!
No hay indecisiones, mascaras ni escudos,
no hay verdad ni mentira, bien o mal,
solo yo, en mi cuerpo transparente,
dejando pasar a través de él la angustia y la soledad,
no hay más que dulzura,
no hay más que el mundo a mis pies.
No pienso.
Mi boca arde de labios que no están pero me besan,
ojos que no conozco pero acarician al mirar,
de amores que me arrancan el deseo,
de cuerpos tan perfectos que son imposibles
y transparentes como el mío.
Lo verdadero existe aquí también,
pero transformado, cambiante, con todos los colores,
más palpable que en la realidad,
menos apartado de mí, más cálido.
Lo que hago allí:
las palabras, las manos, lo irrealizable,
te lo doy a ti.
Porque solo a través de mí puedes encontrarme,
y porque solo si lo sabes me encontrarás,
porque solo me encuentras
detrás de mi antifaz.
En mi poesía.
(Pablo Hernández M.)
