Quisiera ser la noche,
una noche oscura, eso sí,
para que los ladrones y los amantes
se sientan a sus anchas
y jueguen los juegos que mejor saben
al cobijo de mis brazos.
Quisiera ser la noche,
una ociosa noche ciega
de aparecidos y desaparecidos,
de caminos en círculo
que se siguen con la esperanza
puesta en la mañana, en la luz.
Quisiera ser la noche,
una noche con olor a perfume de flores
de cementerio,
con rocío que extienda su rozadura
hasta la médula de los huesos,
chocando sin detenerse contra los rostros
y el asfalto.
Quisiera ser la noche,
una temida y anhelada noche
donde se pueda comenzar a imaginar
la expresión de la muerte,
donde sea posible el misterio,
el éxtasis
y el abandono.
Quisiera ser la noche,
una que haga ocilar la duda
ante las miradas
de quienes quiere adentarse
en ella,
en mi.
una noche oscura, eso sí,
para que los ladrones y los amantes
se sientan a sus anchas
y jueguen los juegos que mejor saben
al cobijo de mis brazos.
Quisiera ser la noche,
una ociosa noche ciega
de aparecidos y desaparecidos,
de caminos en círculo
que se siguen con la esperanza
puesta en la mañana, en la luz.
Quisiera ser la noche,
una noche con olor a perfume de flores
de cementerio,
con rocío que extienda su rozadura
hasta la médula de los huesos,
chocando sin detenerse contra los rostros
y el asfalto.
Quisiera ser la noche,
una temida y anhelada noche
donde se pueda comenzar a imaginar
la expresión de la muerte,
donde sea posible el misterio,
el éxtasis
y el abandono.
Quisiera ser la noche,
una que haga ocilar la duda
ante las miradas
de quienes quiere adentarse
en ella,
en mi.
Pablo Hernández M.